Cuando los tambores y gongs de la ópera Gaojia atraviesan la neblina matinal del pueblo de Cendou, y las melodías de guitarra recorren las calles comerciales de Huiyang, en los colores otoñales de la Fiesta Nacional de 2025 se esconde la imagen más viva de China. Ese rojo ondeante de la bandera fluye tanto en las amplias mangas de las nueve grandes artes escénicas como en la carrera de los jóvenes futbolistas sobre el césped.
Son unas vacaciones donde tradición y juventud bailan juntas. En la “caja teatral” de Nan’an, el patrimonio inmaterial y la experiencia inmersiva chocan y encienden chispas de modernidad; frente a la formación del qilin en Huiyang, los pasos firmes marcan el código de una herencia milenaria. 110 equipos luchan con sudor en el “Copa Chenggong”, mientras las vigorosas figuras de los niños en la formación Songjiang enlazan paisajes de montañas y mares. Los corazones jóvenes dialogan de la manera más hermosa con la tierra ancestral.
Es un lienzo donde se entrelazan fuegos artificiales y prosperidad. Millones de cupones de consumo iluminan las luces de la ciudad; autobuses gratuitos llevan sonrisas por pueblos y urbes. Desde los mercados rurales de Nan’an hasta la feria nocturna del Puente Rojo en Huiyang, los sabores en la mesa guardan la dulzura de la vida. El bullicio de la feria industrial se refleja en la quietud del camping rural; los recuerdos rojos en los juegos de rol brillan junto a las luces deslumbrantes de los drones. Cada escena es una nota al pie de la paz y la abundancia.
Donde ondea la bandera roja, patria y pueblo son uno. En las obras teatrales escuchamos el paso del tiempo, en las competiciones vemos el crecimiento, en los fuegos artificiales palpamos la felicidad. 76 años y aún joven, cada canto, cada encuentro, cada fruto en este instante es la más sincera carta de amor a la patria. Que las montañas y los ríos permanezcan intactos, que los fuegos artificiales brillen siempre, que la prosperidad se prolongue.
|