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La capacidad de instalación fotovoltaica global sigue aumentando año tras año; en 2024 se alcanzaron 532 GW de nuevas instalaciones. El material clave que permite que estos paneles solares funcionen al aire libre durante veinte años de “larga espera” es precisamente el silicón orgánico.
La industria fotovoltaica exige una resistencia y estabilidad extremas en los materiales, y gracias a su equilibrio entre flexibilidad y rigidez, el silicón orgánico se ha convertido en el auténtico “guardián” de los módulos solares.
Los paneles fotovoltaicos están expuestos durante todo el año al aire libre, enfrentando la radiación ultravioleta, lluvias intensas, alternancia de temperaturas extremas e incluso la corrosión salina en zonas costeras. Los materiales convencionales se agrietan y envejecen en menos de cinco años, mientras que el sellador de silicona resuelve perfectamente este problema.
Su estructura molecular, con enlaces silicio-oxígeno únicos, le otorga una resistencia excepcional al envejecimiento; incluso después de veinte años de viento y sol, su fuerza de tracción y adherencia pueden conservar más del 80 % de su rendimiento inicial.
Al mismo tiempo, posee una transmitancia superior al 90 %, lo que reduce al mínimo la obstrucción de la luz solar y garantiza una eficiencia de generación eléctrica estable en los paneles solares.
Según los datos, cada 1 GW de capacidad instalada requiere de 1.200 a 1.500 toneladas de sellador de silicona. Basándose en la previsión de 930 GW de nueva capacidad mundial en 2029, la demanda del mercado experimentará un crecimiento explosivo.
Además del sellador, el silicón orgánico también desempeña un papel crucial en el encapsulado de los inversores fotovoltaicos y en la protección aislante de los cables solares.
Desde el encapsulado de los componentes hasta la protección del sistema, el sistema de garantía integral construido con silicón orgánico hace posible el uso eficiente de la energía solar y aporta un impulso poderoso al desarrollo de las energías limpias.
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